Textos y Apuntes de taller

VIDAL DE NICOLAS

                                                                                        PROLOGO

 

 

 

El artista plástico trabaja siempre como un intermediario entre la naturaleza y el espectador de su obra, descifra para éste el elemento esotérico que subyace en todo material presentado en bruto.

 

Trata inclusive de transcribir en clave inteligible lo que de azaroso existe en muchas ocasiones en el trabajo creativo, Picasso decía a este respecto: “yo no busco hallo”, con lo que quería expresar,

pienso, que algunas dimensiones de la belleza – en definitiva, el objetivo del arte- se le parecen en muchas ocasiones al creador como la pepita de oro al gambusino: de forma inesperada y en el lugar más insólito. Lo que ocurre es que el artista sabe donde se suelen producir estos hallazgos.    Los frecuenta. Trabaja en estas apariciones. Provoca estos milagros.

 

Allá por febrero de 1976 hacía Roberto Martín su primera aparición pública. Sabía yo cómo había preparado esta exposición, algunos de los secretos de su “cocina” varios de los materiales que utilizaba en una tensa labor de búsqueda. Me di entonces cuenta que me encontraba ante un artista de una pieza al verle desechar de su obra las cosas que no le gustaban, cómo sabía corregir sus excesos o sus limitaciones, la paciencia con que repetía sus experimentos de alquimia creativa hasta encontrar el punto exacto del color, la textura de la materia, la disposición de la luz, el equilibrio de los espacios. Esto en el plano formal. Porque, para los que todavía siguen empecinados en la idea de que no se pueden expresar emociones profundas a través de la abstracción plástica, les remitiría a la tenebrosa y patética exposición que Roberto Martín hizo poco después de la muerte de su padre. (Silencios 1987) Los espectadores ajenos a este acontecimiento sufrían de la opresión luctuosa de la muestra; los allegados al artista sabíamos del dolor profundo con que había sido concebida.

 

Luego vinieron otras exposiciones, otros trabajos. Y en todos ellos se percibía el esfuerzo de quien no desea disfrutar durante mucho tiempo de los logros de la obra reconocida, de quien se exige cada día renovación y esfuerzo. Nuevas metas diferentes objetivos. Esta vez,. Con  Egipto como excusa, nos lleva el artista, como Virgilio a Dante, a recorrer esa historia inventada donde hay ventanas que dan directamente con la eternidad; a esos graffiti que apenas se insinúan sobre estucos y gemas; a esa geografía parietal donde hay a veces un gato dormido ,o una palmera evanescente, o una escaleras que vienen directamente de la muerte y asciende con nosotros hacia la gloria del verano. En toda esta peregrinación nos ha brindado el artista mil horas de insomnio para que nuestros ojos se paseen tranquilamente por este paisaje de colores y formas; y quizás nos permita tocar con las yemas de los dedos el bulto de ese paraíso para ver si es de verdad.

 

                                                                                                                                                        Portugalete, febrero 1990

 

                                                                                                                                                        Vidal de Nicolas