Textos y Apuntes de taller

FERNANDO PONCE

                        GESTO Y REFLEXION EN ROBERTO MARTIN

 

Roberto Martín es un pintor de equilibrios plásticos y de ordenaciones cromáticas. Cada uno

de sus cuadros es una unidad en la que sobre el motivo central se van situando armónicamente

los distintos elementos que lo configuran. Hay un punto axial y diferentes espacios potenciadores.

Por esto parece una pintura sencilla, pero tanto en los planteamientos como en la elaboración,

podemos descubrir aspectos mucho más complejos.

 

Materia y planos

 

Es posible encontrarle connotaciones simbólicas diseminadas; en todo caso, no son

determinantes, sino pretextos para tratar los temas y situarlos adecuadamente en el espacio. Y ahí

es donde lleva a cabo sus trazos, densos o leves, siempre sinfónicamente acordados, bien sean

grises pálidos, azules, sienas. La principal preocupación es trabajar el color y sobre el color fundir

las gamas en sutiles empastes. La textura que utiliza es rica, distribuye la materia según las

necesidades del plano, la cercanía o alejamiento de los tonos.

Estamos ante una pintura que a veces se levanta sobre la levedad mientras que otras se

asientan en contrastadas emociones. Roberto Martín hace fecunda la materia, la considera con

sentido básico a la hora de extenderla sobre la tela. La materia esconde secretos. Es un misterio

en sí misma y hay que tratarla como tal, en su desmedido reto de oscuridades.

Roberto Martín conoce esta condición huidiza de la materia y la analiza desvelando los

secretos que la recorren. En este aspecto, cabe hablar de una asimilación de técnicas y de

tratamientos inteligentes de la materia.

 

El objeto y el espíritu

 

La obra de Roberto Martín recoge ambientes íntimos en los que cabe el drama, la ternura, la

desesperación y la esperanza, el amor y el desamor. Sus vivencias son plenas y abiertas, puesto que

este tipo de pintura sólo puede hacerse desde 1a sensibilidad. Para Roberto Martín cuenta la

nattraleza, pero a la misma altura que ella, casi siempre sobrepasándola, existen los estados

anímicos, es decir, el amplio abanico expresivo de todas las circunstancias que le emocionan y las

situaciones que le arrastran.

Para entenderlas cabalmente se ve obligado a emplearse a fondo en cada cuadro. No hace

transcripciones o retratos de la realidad. Su pincel se mueve motivado por pulsiones; no obstante,

este repertorio de fuerzas, en principio de difícil control, se ve contenido por las reflexiones

pictóricas posteriores.

Sin embargo, la pulsión y la reflexión terminan por coincidir en Roberto Martín. Se mezclan

e intercambian el espíritu y el objeto, la mente creadora y la naturaleza. Objeto y naturaleza

pueden servir de referencia a la carga espiritual del pintor, pero también la materia visible le nace

en la imaginación. El resultado final es la plasmación realizada de la unidad.

Roberto Martín sabe construir un cuadro partiendo de esa unidad, puesto que es ella la que

al fin justifica las tensiones de la creación. Así traslada a cada cuadro sus soledades, su memoria,

las situaciones vividas en el dolor o en el amor.

 

 

La pintura como forma de vida

 

Es fácil deducir por todo ello que la obra de Roberto Martín se gesta en los tirones íntimos

que necesita  para su realización personal. En ella se encuentra el escenario de sus sensaciones

románticas, aunque no pueda hablarse con rigor de pintura autobiográfica. Sus cuadros no narran

ni cuentan ninguna historia. Si acaso cuentan la historia hacia dentro. Se trata de una mente de

artista que precisa bucear por las formas del inconsciente, encontrar la otra cara, o las distintas

caras, de la realidad. Para conseguir esta meta, pinta. Y pinta como una forma de vida y de

existencia.

No es de extrañar que en estas obras los niveles poéticos sean fundamentales, bien subjetivos

u objetivos; cumplen su función integrándose recíprocamente.

la pintura de Roberto Martín es una metáfora de las imágenes situadas dentro de una amplia

concepción del espacio creativo, un espacio repleto de luces calladas. Tiene experiencia técnica e

imaginación, ordén, intensidad de color, volúmenes equilibrados. A destacar el empleo muy

ajustado de los materiales, tanto cuando los combina para potenciarlos como cuando les busca la

significación. Una pintura, en fin, suave y al mismo tiempo emocionante.

 

FERNANDO PONCE