Textos y Apuntes de taller

E.C.A. Diariosur (Granada)

LOS dos rasgos más sobresalientes de la pintura de Roberto Martín (Granada, 1951) son la minuciosa ejecución técnica y los temas extraídos de motivos decorativos principalmente de la civilizacíón islámica. El primer aspecto sorprende por su laboriosidad, rigor y conocimiento en el empleo de los materiales y por su impronta arqueológica, como si se tratase de un vestigio del pasado. La particular combinación de la arena, el polvo de mármol, los azulejos y los pigmentos amalgamados de un modo sólido y cohesionado, proporciona a estas composiciones una singular robustez, pero al mismo tiempo los convierte en objetos que parecen estar realizados a partir de una extraña alquimia. Las manchas de humedad, los desconchones de los muros, la apariencia de la pintura a la encáustica, la superposición de las formas, como si varias culturas durante el paso de los siglos hubiesen dejado su huella sobre el mismo trozo de pared, todo ello confiere a  estos cuadros  extraordinariamente  matéricos  un aspecto que les aleja del vértigo y de la prisa con que hoy realiza sus trabajos el hombre de la ciudad contemporánea.

 

A modo de azulejos

 

En segundo lugar están los temas, procedentes tanto de la civilización islámica clásica desde Bagdad y Damasco hasta Granada, como del Imperio bizantino, aunque en este caso Roberto Martín no se ha fijado tanto en las figuras de los mosaicos cuanto en determinadas pinturas murales de los primeros siglos de ese gran foco de cultura que fue el Imperio romano de or¡ente. Cuando observamos el modo en que emplea los azulejos y los entrelazados de los zócalos de las estancias y los patios de la Alhambra granadina nos damos cuenta cómo ha respetado el p¡ntor los principios geométricos clave que intervienen en la decoración nazarí: la simetría, el crecimiento lineal o la rotación respecto de dos o más ejes. Todos ellos son principios que poseen su conjunto especial de propiedades abstractas, con su inmenso pero finito número de posibilidades matemáticas para cada uno de ellos. También abundan otros motivos como fuentes, palmeras, cúpulas, puertas, ventanas y celosías. En cuanto a las pinturas, parecen sacadas de las ruinas de la diaconía de S. Maria Antiqua de Roma, frescos de los siglos VI y VII que esquematizan y modifican los procedimientos y las formas de aquellas otras obras coetáneas que seguían la tradición clásica. Así son los rostros y las cabezas que emergen de entre los fondos calcáreos de los cuadros de Roberto Martín, cual si fuesen fragmentos de pinturas de los ábsides de los conventos de Bauit y de Saqqarah en Antínoe, en la Tebaida. Son visiones teofánicas, apariciones de la divinidad en un contexto de culto sagrado. Así las trata Roberto Martín, como si quisiera recuperar antiguas historias y antiguos cultos del hombre, como si anhelase fundirse con las huellas del tiempo.

E.C.A.